A mediados de octubre del 2019, en Santiago de Chile se desató una serie de violentas protestas de estudiantes en reclamo contra la suba del precio del pasaje del metro, medida anunciada el 6 de octubre de ese año.
Estas protestas luego se fueron contagiando a otros estratos de la sociedad chilena al punto de obligar al presidente Sebastián Piñera a decretar el estado de excepción y toque de queda, sin que eso logre frenar la furia violenta que se había apoderado ya de la capital y de otras ciudades importantes del país.
A diferencia de lo que viene sucediendo desde hace algunos días en Paraguay, las protestas de Chile se iniciaron de manera repentina y violenta, fueron subiendo de intensidad y disminuyeron bastante hasta luego del resultado del plebiscito electoral en abril del 2020, aunque hasta ahora se llevan a cabo saqueos, incendio de iglesias y edificios públicos y ataques al cuerpo de Carabineros.
Sin embargo, para Alexis López, investigador científico e histórico chileno y también director del Canal Digital #RST Chile, existen muchas más semejanzas que diferencias entre ambas protestas de carácter social.
El pedido de una mejora en la situación sanitaria y un alto a la corrupción se fue modificando hasta llegar al grito unificado de solicitar la renuncia del presidente Mario Abdo Benítez, luego del intento de referentes de la izquierda de forzar el doble juicio político para descabezar al Ejecutivo, situación no contemplada en nuestra Constitución Nacional.
Muchos se preguntan cómo estos grupos de manifestantes, infiltrados en una multitud que demuestra su civismo delatando incluso a los violentos, pueden sostener el costo económico de estas protestas.
Menciona que la autogestión es el comienzo de toda cadena de financiación, pues en un primer momento no se necesita de tantos recursos para poner en marcha el plan de desestabilización.
Los robos ocurridos dentro de la propia manifestación, así como hechos de microtráfico de drogas, delitos que difícilmente lleguen a ser aclarados, son parte de una manera básica de generar fuentes de financiamiento para continuar las manifestaciones y tienen la ventaja de que no pueden ser distinguidos entre la delincuencia común o cualquier otra motivación.
Posteriormente, cuando las protestas comienzan a extenderse tras unos días, los locales de abastecimiento pasan a ser los objetivos para subsistir en las protestas y para generar fondos de financiación. Explica Alexis López que, en varias ciudades chilenas, los productos saqueados fueron puestos a la venta en mercados informales y vía pública, siempre bajo control de cabecillas de las protestas sociales.
Advierte además que ese sería el siguiente paso que se tomaría, luego de los ataques a periodistas y medios de comunicación. Desde el primer día, los comunicadores han sido víctimas de hechos vandálicos, pero la intensidad de las agresiones van subiendo de tono en cada jornada de protesta.
Otras fuentes importantes de financiación, siempre en referencia a la situación chilena, analizada y explicada por López, son las extorsiones a productores, invasión a reservas forestales y el consiguiente negocio de la venta de rollos de madera.
Sería muy difícil no comparar con la situación que se plantea en nuestro país, donde las invasiones a propiedades privadas y deforestación realizada por grupos autodenominados “sin tierra” son llevadas a cabo por quienes cuentan con el apoyo de grupos políticos, los mismos que hoy hacen llamado a sus partidarios a integrar la movilización ciudadana, además de buscar descabezar al Poder Ejecutivo, generando un vacío de poder, en contra de lo establecido por la Constitución Nacional.
Se ha detectado en Chile el aporte de dinero proveniente del Estado para el mantenimiento de las protestas callejeras, que ya llevan un año y medio, por vía de organismos no gubernamentales, que reciben dinero estatal para el cumplimiento de sus funciones.
El cuarto día de legítimas protestas ciudadanas también ha ocasionado el cuarto día de enfrentamientos violentos entre un grupo de manifestantes, algunos de ellos infiltrados en la multitud, y las fuerzas policiales.